Cuando las luces se apagan en el pequeño cuarto –que arbitrariamente ha sido llamado C165- me preparo para embarcarme en un viaje a mi subconsciente. Tengo que aceptar que a veces uso música, o televisión, o el traqueteo del ventilador para caer en los brazos de Morfeo – y a veces nada de eso funciona-, y después de ajustar mis tres alarmas adopto la posición más cómoda para ser transportado a un mundo que fue real, pero que sigue siendo imaginario de todos modos, mientras mi cuerpo se desconecta un rato para restaurar los niveles fisiológicos normales de mi cuerpo.
Es a veces demasiado frustrante darme cuenta que sueño casi lo mismo todas las noches: la trama es más o menos distinta, pero el setting y la ambientación son la mayoría de veces los mismos: el vecindario, la casa de los vecinos, el parque, mi casa, mi cuarto, las calles de Antiguo y la escuela. Y entonces me doy cuenta que mis sueños no son más que ventanas al pasado, así como el ahínco de mi mente de regresar a esas dulces etapas de mi adolescencia que yo tiendo a idealizar de la manera mas estúpida, y que por tal razón mi subconsciente no deja escapar.
Frente a mis ojos cerrados veo pasar a mis amigos de entonces, platicando, jugando, peleándonos de nuevo. Me veo a mi mismo lleno de ansiedad frente a un examen , o asistiendo de nuevo a la escuela. A veces sueño que regreso a la Biblioteca y hojeo nuevos libros que ni puedo leer, o que voy charlando con mis amigos del colegio. Sueño mucho con las canchas, y hay mucha gente alrededor, pareciera que fuera el turno o los intramuros, y hay gente jugando fútbol o básquetbol, pero yo no me inmuto a jugar. Otras veces me veo a mi mismo caminar por las calles del vecindario, tanto yendo a la escuela como regresando de ella. Sueño mucho con el Pasaje, jugando en el parque y en las cocheras de los vecinos. Y mas aún, sueño constantemente con mi casa, sueño sus paredes, sus puertas, sus habitaciones, su calida oscuridad y el calor de la tarde. Y lo más interesante es que desde siempre, cuando sueño con mi casa, sueño con toda mi familia. Ahí estamos los cuatros, unidos geográficamente, como en los buenos tiempos de antaño.
A pesar que sueño el pasado, ese pasado aparece distorsionado geográficamente. No se como plasmarlo en papel, pero ese San Salvador en el recóndito de mi subconsciente aparece raramente construido. A pesar que en el estricto significado de la palabra, las calles y los edificios están posicionados geográficamente en la manera como es en realidad, hay algo en ellos que le da un aire distinto, un tipo de percepción distinta, algo que me parece altamente interesante. Todo, desde Antigup, la Cima, la Autopista Sur, la Alameda Manuel Enrique Araujo, Santa Tecla, Merliot, el Salvador del Mundo, la Escalón, el Aeropuerto, las Playas. Todo está geográficamente correcto, pero hay algo en ella que hace que mi percepción geográfica de ellos se vea diferente a como es en realidad, convirtiéndolo todo en una extraña clase de universo paralelo, donde el norte no es el norte.
A veces, cuando despierto y me veo de nuevo en mi pequeño cuarto –arbitrariamente llamado C165-, justo después de levantarme a apagar el despertador mientras alcanzo a ver ya la luz del sol pasar por debajo de la cortina de la ventana, todavía llevo pegada esa percepción extraña. Pasó al baño para tomar una ducha, pero esa percepción geográfica del San Salvador de Morfeo me sigue por un tiempo más, mientras lentamente la realidad toma el mango de mi consciente, y es entonces que veo el reloj y me apresuró a bañarme, porque si no lo hago prontamente me va a tocar salir al lecture de Cell Regulation sin tomarme el tan deseado café matutino.
Pero lo mas extraño de todo no es esa correcta pero distorsionada visión del mundo de mis sueños, sino que la trama de los mismos. A pesar que la mayoría de historias que se desenvuelven en este mundo son basadas en acontecimientos pasados (jugar en el pasaje, hablar con mis amigos, excursiones, caminatas, ir a la Escuela, tener exámenes), mi mente rápidamente distorsiona la fidelidad histórica, y como un artista mágico, retoma esas piezas históricas y las enhila en una trama fantástico y por veces impredecible. La realidad pasada o presente se vuelve en ficción, pero una ficción a tal magnitud que hasta el mismo protagonista –yo mismo- se traga cada acontecimiento como si fuese real, al menos mientras duermo. Solo una tan sola vez he podido discernir soñando que lo que estoy aparentemente viviendo es falso; una tan sola vez. Mientras la historia mórfica se desenlaza, parece que pierdo mi sentido de lógica o quizá es que adquiero otro tipo de sentido común extrahumano. A lo que me refiero es que a pesar que mi sueño en sí no tiene sentido, y de un escenario se pasa a otro, o una persona aparece en el setting y la situación incorrectas, parezco creer que todo lo que pasa frente a mis ojos cerrados es real, y mientras sueño tengo la percepción que todo eso es verídico, tan real como yo escribiendo este párrafo. Por eso al momento de despertar y caminar hacia la ducha, no sólo aun siento pegado esa rara percepción de lugar, sino que una distorsionada percepción de realidad también. Durante esos escasos cinco minutos en los cuales mi cerebro se adapta al comando consciente, aun parezco creer que lo que acabo de soñar es real. Y es a veces bastante divertido quedarme con ese sabor de boca que aparece por pura inercia, como que si de veras lo que he soñado de veras pasó, y mis comandos cerebrales tratan de analizar como esa situación puede relacionarse con la increíble gama de actividad sensorial que bañan mi tálamo mientras siento el agua fría de la ducha caer sobre mi espalda.
Últimamente he soñado mucho, en esencia, con dos tipos de trama. El primero es que estoy despidiéndome de mi familia en El Salvador, ya sea porque me vengo por primera vez a Australia o porque estoy por regresar a Australia. Y no solo con mi familia, sino con mis amigos, conocidos, etc. La segunda es lo contrario: mis papás y mis amigos me dan la bienvenida a El Salvador, porque acabo de regresar de Australia. Las dos historias, en esencia, permanecen intactas (algunas excepciones, por ejemplo, la llegada de mi hermano en vez de la mía, etc.), pero los detalles y el setting de dichos sueños son bastante variantes entre sueños. Y aunque se basa en algo real que pasó o que pasará, mi mente sigue jugando con esa poca información, y construye un sueño que al despertar y regresar a mi consciencia no puedo entender como puede tener lógica.
Es, a la verdad, muy interesante. A veces me gusta soñar lo que sueño, porque reactiva mi obsesión de recordar. Más de alguna vez una sonrisa se deja entrever en la mañana, justo antes del café. A veces, empero, me harta: quisiera soñar otra cosa, algo mas excitante y menos monótono. Algo futuro quizá, y no algo pasado. Pero no puedo negar que muchas veces sueño algo presente, o algo totalmente distinto.
Pero en fin, sea lo que sea, de algo estoy seguro: al apagar las luces de mi pequeño cuarto – que arbitrariamente ha sido llamado C165- mi mente decide eliminar brevemente lo consciente, entre ello mi sentido común y la lógica que acompaña mi academia, y decide sumergirse en ese mundo fantástico, irreal y borrascoso, que con mucho gusto abrazo y disfruto antes que el desgraciado despertador le señale a mi sistema de activación reticular en el tronco encefálico que es necesario regresar al trajín semanal.
Es a veces demasiado frustrante darme cuenta que sueño casi lo mismo todas las noches: la trama es más o menos distinta, pero el setting y la ambientación son la mayoría de veces los mismos: el vecindario, la casa de los vecinos, el parque, mi casa, mi cuarto, las calles de Antiguo y la escuela. Y entonces me doy cuenta que mis sueños no son más que ventanas al pasado, así como el ahínco de mi mente de regresar a esas dulces etapas de mi adolescencia que yo tiendo a idealizar de la manera mas estúpida, y que por tal razón mi subconsciente no deja escapar.
Frente a mis ojos cerrados veo pasar a mis amigos de entonces, platicando, jugando, peleándonos de nuevo. Me veo a mi mismo lleno de ansiedad frente a un examen , o asistiendo de nuevo a la escuela. A veces sueño que regreso a la Biblioteca y hojeo nuevos libros que ni puedo leer, o que voy charlando con mis amigos del colegio. Sueño mucho con las canchas, y hay mucha gente alrededor, pareciera que fuera el turno o los intramuros, y hay gente jugando fútbol o básquetbol, pero yo no me inmuto a jugar. Otras veces me veo a mi mismo caminar por las calles del vecindario, tanto yendo a la escuela como regresando de ella. Sueño mucho con el Pasaje, jugando en el parque y en las cocheras de los vecinos. Y mas aún, sueño constantemente con mi casa, sueño sus paredes, sus puertas, sus habitaciones, su calida oscuridad y el calor de la tarde. Y lo más interesante es que desde siempre, cuando sueño con mi casa, sueño con toda mi familia. Ahí estamos los cuatros, unidos geográficamente, como en los buenos tiempos de antaño.
A pesar que sueño el pasado, ese pasado aparece distorsionado geográficamente. No se como plasmarlo en papel, pero ese San Salvador en el recóndito de mi subconsciente aparece raramente construido. A pesar que en el estricto significado de la palabra, las calles y los edificios están posicionados geográficamente en la manera como es en realidad, hay algo en ellos que le da un aire distinto, un tipo de percepción distinta, algo que me parece altamente interesante. Todo, desde Antigup, la Cima, la Autopista Sur, la Alameda Manuel Enrique Araujo, Santa Tecla, Merliot, el Salvador del Mundo, la Escalón, el Aeropuerto, las Playas. Todo está geográficamente correcto, pero hay algo en ella que hace que mi percepción geográfica de ellos se vea diferente a como es en realidad, convirtiéndolo todo en una extraña clase de universo paralelo, donde el norte no es el norte.
A veces, cuando despierto y me veo de nuevo en mi pequeño cuarto –arbitrariamente llamado C165-, justo después de levantarme a apagar el despertador mientras alcanzo a ver ya la luz del sol pasar por debajo de la cortina de la ventana, todavía llevo pegada esa percepción extraña. Pasó al baño para tomar una ducha, pero esa percepción geográfica del San Salvador de Morfeo me sigue por un tiempo más, mientras lentamente la realidad toma el mango de mi consciente, y es entonces que veo el reloj y me apresuró a bañarme, porque si no lo hago prontamente me va a tocar salir al lecture de Cell Regulation sin tomarme el tan deseado café matutino.
Pero lo mas extraño de todo no es esa correcta pero distorsionada visión del mundo de mis sueños, sino que la trama de los mismos. A pesar que la mayoría de historias que se desenvuelven en este mundo son basadas en acontecimientos pasados (jugar en el pasaje, hablar con mis amigos, excursiones, caminatas, ir a la Escuela, tener exámenes), mi mente rápidamente distorsiona la fidelidad histórica, y como un artista mágico, retoma esas piezas históricas y las enhila en una trama fantástico y por veces impredecible. La realidad pasada o presente se vuelve en ficción, pero una ficción a tal magnitud que hasta el mismo protagonista –yo mismo- se traga cada acontecimiento como si fuese real, al menos mientras duermo. Solo una tan sola vez he podido discernir soñando que lo que estoy aparentemente viviendo es falso; una tan sola vez. Mientras la historia mórfica se desenlaza, parece que pierdo mi sentido de lógica o quizá es que adquiero otro tipo de sentido común extrahumano. A lo que me refiero es que a pesar que mi sueño en sí no tiene sentido, y de un escenario se pasa a otro, o una persona aparece en el setting y la situación incorrectas, parezco creer que todo lo que pasa frente a mis ojos cerrados es real, y mientras sueño tengo la percepción que todo eso es verídico, tan real como yo escribiendo este párrafo. Por eso al momento de despertar y caminar hacia la ducha, no sólo aun siento pegado esa rara percepción de lugar, sino que una distorsionada percepción de realidad también. Durante esos escasos cinco minutos en los cuales mi cerebro se adapta al comando consciente, aun parezco creer que lo que acabo de soñar es real. Y es a veces bastante divertido quedarme con ese sabor de boca que aparece por pura inercia, como que si de veras lo que he soñado de veras pasó, y mis comandos cerebrales tratan de analizar como esa situación puede relacionarse con la increíble gama de actividad sensorial que bañan mi tálamo mientras siento el agua fría de la ducha caer sobre mi espalda.
Últimamente he soñado mucho, en esencia, con dos tipos de trama. El primero es que estoy despidiéndome de mi familia en El Salvador, ya sea porque me vengo por primera vez a Australia o porque estoy por regresar a Australia. Y no solo con mi familia, sino con mis amigos, conocidos, etc. La segunda es lo contrario: mis papás y mis amigos me dan la bienvenida a El Salvador, porque acabo de regresar de Australia. Las dos historias, en esencia, permanecen intactas (algunas excepciones, por ejemplo, la llegada de mi hermano en vez de la mía, etc.), pero los detalles y el setting de dichos sueños son bastante variantes entre sueños. Y aunque se basa en algo real que pasó o que pasará, mi mente sigue jugando con esa poca información, y construye un sueño que al despertar y regresar a mi consciencia no puedo entender como puede tener lógica.
Es, a la verdad, muy interesante. A veces me gusta soñar lo que sueño, porque reactiva mi obsesión de recordar. Más de alguna vez una sonrisa se deja entrever en la mañana, justo antes del café. A veces, empero, me harta: quisiera soñar otra cosa, algo mas excitante y menos monótono. Algo futuro quizá, y no algo pasado. Pero no puedo negar que muchas veces sueño algo presente, o algo totalmente distinto.
Pero en fin, sea lo que sea, de algo estoy seguro: al apagar las luces de mi pequeño cuarto – que arbitrariamente ha sido llamado C165- mi mente decide eliminar brevemente lo consciente, entre ello mi sentido común y la lógica que acompaña mi academia, y decide sumergirse en ese mundo fantástico, irreal y borrascoso, que con mucho gusto abrazo y disfruto antes que el desgraciado despertador le señale a mi sistema de activación reticular en el tronco encefálico que es necesario regresar al trajín semanal.
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