Una de las cosas que aún me llama la atención de las obras artístico-literarias del Romanticismo de los Siglos XVIII-XIX es el dramatismo y el sufrimiento por la causa noble. Aún en la pintura de Delacroix podemos ver lo dramático de ver la Libertad correr por sobre los muertos en las barricadas urbanas, aquellos héroes que han muerto por la causa patriótica.
Nuestro Himno Nacional, compuesto por Juán Aberle y Juán José Cañas, refleja aquellos ideales del Romanticismo de antaño, especialmente en lo referente a la lucha y el sacrificio de muchos para alcanzar la autonomía nacional.
El Salvador…
Le protege una férrea barrera
Contra el choque de ruin deslealtad,
Desde el día que en su alta bandera
Con su sangre escribió: ¡LIBERTAD!
Vemos, pues, que se reconoce que la Libertad de la República de El Salvador fue alcanzada con sangre. Pero el Romanticismo no solo llega al Himno de El Salvador, sino que hasta logró colarse en un himno polémico que fue estrenado en los años 80’s, en el fratricidio vergonzoso.
Libertad se escribe con sangre
Trabajo con el sudor
Unamos sudor y sangre,
¡pero primero El Salvador!
[Pero no nos desviemos de tema. No vine a hablar acerca de lo apropiado o no de dicha frase, sino que de otra cosa más importante. Por tal razón pido a los lectores guardar la cordura.]
En fin, lo interesante es que ese ideal, por tan romántico que parezca, no viene siendo nada nuevo. La libertad del pueblo judío también se escribió con sangre, en aquel día en el cual Moisés salía de la frontera egipcia guiando a los judíos a través del desierto. La liberación de Israel de entre las garras egipcias se dio después que el ángel de la muerte arrasara toda la región del Nilo, en aquellas casas en donde no hubiese sangre de cordero sobre el dintel de la puerta.
Ahora, en el Siglo XXI, en la era de las comodidades y el hedonismo, se nos olvidó que nuestros antepasados sudaron penas, sangre y sufrimiento por ver una nación independiente. Se nos olvida que la Libertad viene a precio de sangre.
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