Algo que amo de la música es su capacidad de transmitirnos ideas y puntos de vista. Siempre he pensado que la música puede ser considerada una verdadera máquina del tiempo - al cerrar los ojos y agudizar el oído uno puede transportarse a través del tiempo y del espacio, por un momento ignorando las leyes de la Física y obedeciendo las leyes de la Memoria y la Imaginación.
Para mí, la música 'clásica' representa un viaje hacia la Europa de los siglos XVII, XVIII y XIX. Al escuchar las piezas de Beethoven, Chopin, Mozart, Tschaikovsky, Vivaldi y Schubert me encuentro, de repente, en Viena, Berlin, Bonn, Roma, Florencia, San Petersburgo o Moscú, en palacios de realezas extintas y en campos de batallas olvidados. Es facilmente sumerjirse en mundos olvidados, en la Historia de la Edad Moderna y Pre-Contemporánea, en el "Viejo Mundo" y su belleza natural e histórica.
Desde el Barroco hasta el Romanticismo, las excelsas obras de los compositores de antaño nos muestran, con aunada viveza, el mundo en el cual ellos vivían.
Aprecio la música clásica porque me transporta a épocas que nunca viví, pero que me hubiese gustado experimentar. A veces hasta me da nostalgia - nostalgia de una era que me perdí al llegar dos o tres siglos más tarde, en la banalidad estúpida del Siglo XXI, donde lo superficial y plástico sustituye lo complejo y lo clásico.
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